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martes, 16 de noviembre de 2010

BAUTISMO DE DESEO, HEREJÍA

Desde Vaticano Católico

Publicamos un nuevo video sobre varios sacerdotes sedevacantistas que rechazan el dogma católico "Fuera de la Iglesia no hay salvación": Sacerdotes sedevacantistas niegan dogma católico de la salvación

Le recomiendo que vean este video y también que consulten nuestro libro Fuera de la Iglesia no hay absolutamente ninguna salvación para ver toda la documentación. Las herejías del bautismo de deseo, bautismo de sangre, y la ignorancia invencible no son compatibles con la enseñanza dogmática de la Iglesia Católica. Todo aquel que continúe sosteniendo hasta su muerte estas falsas idea a la luz de esta información de este mail, se hallará en el fuego del infierno por toda la eternidad porque no quiso amar la verdad que Jesucristo mismo nos ha revelado. Es importante también reconocer que, bajo pena de pecado mortal, no se pueden apoyar financieramente ni de otra manera a tales herejes notorios (discutidos en el video) y a todo aquel que sostenga ideas similares.

“Un señor, una fe, un bautismo” (Ef. 4,5)

“Quien no renaciere del agua y del Espíritu, no podrá entrar el reino de los cielos” (Jn. 3,5)

Les remitimos un fragmento de una sección que pronto terminaremos en traducir de nuestro libro Fuera de la Iglesia Católica No Hay Absolutamente Ninguna Salvación:

El Papa San León Magno Termina la Discusión

Hemos visto como la Tradición no enseña el bautismo de deseo y cómo lo excluye la enseñanza infalible de la Iglesia sobre el Sacramento del Bautismo y Juan 3,5. Y hemos visto como éste error fue perpetuado en las edades medias a través de pasajes defectuosos en los textos falibles de hombres de la Iglesia. Ahora discutiré quizás el pronunciamiento más interesante sobre este asunto, la carta dogmática del Papa San León Magno a Flaviano, que excluye exactamente el concepto del bautismo de deseo y bautismo de sangre.

El Papa San León Magno, en carta dogmática a Flaviano, durante el Concilio de Calcedonia, año 451:

"Deja que preste atención a lo que el bienaventurado apóstol Pedro predica, que la santificación por el Espíritu es efectuada por la aspersión de la sangre de Cristo (1Pedro 1,2), y no deje que se salten por sobre las mismas palabras del apóstol, sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como la de un cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro1,18). Tampoco se debe resistir el testimonio del bienaventurado Juan Apóstol: y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1,7); y otra vez, esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino por agua y sangre: no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio: porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. (1 Jn. 5:4-8) EN OTRAS PALABRAS, EL ESPÍRITU DE SANTIFICACIÓN Y LA SANGRE DE REDENCIÓN Y EL AGUA DEL BAUTISMO. ESTOS TRES SON UNO Y PERMANECEN INDIVISIBLE. NINGUNO DE ELLOS ES SEPARABLE DE SU RELACIÓN CON LOS OTROS" (1).

Antes de entrar en la tremenda importancia de este pronunciamiento, daré unos breves conocimientos de esta carta dogmática. Esta es la famosa carta dogmática del Papa San León Magno a Flaviano, escrito originalmente en 449, y después aceptado por el Concilio de Calcedonia – el cuarto concilio general de la Iglesia – en 451 (citado en «Los Decretos de los Concilios Ecumenicos», edición inglesa, Georgetown Press, Vol. 1, pp. 77-82). Es uno de los documentos más importantes en la historia de la Iglesia. Esta es la famosa carta que, cuando fue leída en voz alta en el Concilio dogmático de Calcedonia, hizo que todos los padres del concilio (más de 600) se levantaran en pie y proclamaran:

“Esta es la fe de los Padres, la fe de los apóstoles; Pedro ha hablado a través de la boca de León”. 

De la carta en sí misma expresa el término ex cathedra (hablando desde la Silla de Pedro), como fue aprobado por la reacción de los padres de Calcedonia. Esta carta dogmática del Papa León fue aceptado por el Concilio de Calcedonia en su definición de la fe, que fue aprobado con autoridad por el mismo Papa León.

Y si eso no fuera suficiente prueba de que la carta del Papa León es sin duda alguna infalible y dogmática, considere el hecho que también fue aprobado por el Papa Vigilio en el Segundo Concilio de Constantinopla (553) (2) y por el Tercer Concilio dogmático de Constantinopla (680-681) (3). También fue confirmado infaliblemente por varios otros Papas, incluyendo: San Gelasio, 495 (4), Pelagio II, 553 (5), y Benedicto XIV, Nuper ad nos, 1743 (6).

Por la tremenda importancia de la carta del Papa León sobre el tema que nos ocupa, citaré un fragmento del Papa San Gelasio que muestra cómo nadie puede contradecir, en lo más minino, esta carta dogmática del Papa San León a Flaviano.

El Papa San Gelasio, en el Decretal, año 495:

"Igualmente, la carta del bienaventurado papa León a Flaviano…; si alguno disputara de su texto sobre una sola tilde, y no la recibiera en todo con veneración, sea anatema" (7).

Aquí tenemos al Papa San Gelasio hablando en ex cathedra para condenar a cualquiera que se aparte, incluso sobre una sola tilde, del texto de la carta dogmática del Papa León a Flaviano.

Bien, en la sección de la carta dogmática del Papa León citado anteriormente, él está tratando sobre la santificación por el Espíritu. "La santificación por el Espíritu" es el término para la justificación del estado de pecado. La justificación es el estado de gracia. Nadie puede entrar el cielo sin la santificación por el Espíritu [la justificación], así como lo admiten todos los que se profesan ser católicos. El Papa San León afirma, puesto en la autoridad de los grandes apóstoles San Pedro y San Juan, que esta santificación por el Espíritu es efectuada por la aspersión de la sangre de Cristo. Solo es por recibir la sangre de la redención, él prueba, que así uno puede cambiar del estado de Adán (el pecado original) al estado de gracia (justificación o santificación). Solo es por esta sangre que se logra la santificación por el Espíritu. Este dogma fue también definido por el Concilio de Trento.

El Papa Pablo III, en el Concilio de Trento, sesión 5, sobre el pecado original, declaró ex cathedra: 
"Si alguno afirma que este pecado de Adán (…) se quita por las fuerzas de la naturaleza humana o por otro remedio que por el mérito del solo mediador, Nuestro Señor Jesucristo, ‘el cual, hecho para nosotros justicia, santificación y redención’ (1 Cor. 1,30), nos reconcilió con el Padre en su sangre; o niega que el mismo mérito de Jesucristo se aplique tanto a los adultos, como a los párvulos por el sacramento del bautismo, (…) sea anatema" (8).

Y, durante la sesión 6 del Concilio, cap. 3, ex cathedra: 
"Mas, aun cuando El murió por todos, no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión" (9).

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)