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sábado, 15 de agosto de 2009

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

«María ha elegido la mejor parte, de la que jamás será privada». (San Lucas 10, 42).
  
     
La vida de la Santísima Virgen, después de la Ascensión de Jesucristo, no estuvo exenta de sufrimiento. Sufrió al verse separada de su Hijo muy amado, y sin cesar suspiraba por el día en que podría reunirse con Él. Aumentaba su mérito al infinito mediante la práctica constante de las más heroicas virtudes. Llegó, por fin, el dichoso día de su muerte y su alma se separó de su castísimo cuerpo, sin dolor ni violencia. Mas, la noche siguiente al día en que se depositó ese cuerpo en el sepulcro, su alma descendió del cielo, reunióse con él, y fue a colocarse en el cielo a la derecha de Jesucristo, en el trono que le había sido preparado. La Asunción de María ha sido una creencia constante por lo menos desde los tiempos de los Padres Apostólicos; y el Papa Pío XII, mediante la bula “Munificentíssimus Deus”, la definió como dogma de fe el 1 de Noviembre de 1950.
  
MEDITACIÓN SOBRE EL TRIUNFO DE MARÍA
I. La Santísima Virgen muere sin dolor y sin temor, con inefable deseo de ir a juntarse con su adorable Hijo. El amor divino es quien desprende su hermosa alma de su envoltura mortal. Tú también morirás; pero, ¿cómo morirás? ¿En el dolor y en el temor? Aprende de María a vivir bien para morir bien. Pídele la gracia de morir santamente. Ella la concede a sus servidores; y cuando te halles en ese terrible momento, dile con Justo Lipsio: «Santa María, socorre a mi alma en lucha con la eternidad».
  
II. La Santísima Virgen, resucita algún tiempo después de su muerte; ese cuerpo castísimo que había llevado a Jesucristo no debía sufrir la corrupción del sepulcro. ¡Oh, Virgen Santísima, qué alegría me causa el favor que se os ha acordado! Cuerpo mío, tú también resucitarás un día; pero, ¿será para la gloria o para los sufrimientos eternos? Lo ignoro, o más bien, sé que seré predestinado si soy un servidor fiel de María. «Ningún servidor de María perece eternamente». (San Bernardo).
  
III. ¡Cuán admirable es el triunfo de María! Entra en el cielo con cuerpo y alma; los ángeles salen a su encuentro; el Padre eterno la reconoce como Hija, Jesucristo como Madre, el Espíritu Santo como Esposa. Es elevada sobre los coros de los Ángeles y colocada en un trono al lado de su Hijo. Valor, ¡alma mía!, nada hay que no puedas obtener por medio de la Madre de Dios. Su poder es infinito, y su amor es igual a su poder. ¿Qué hice hasta ahora para merecer su protección y sus favores?
  
La devoción a la Sagrada Familia. Orad por la Iglesia.
 
ORACIÓN
Perdonad misericordiosamente, Señor, las faltas de vuestros servidores, y, dada la impotencia en que nos encontramos de agradaros por nuestros propios méritos, concedednos la salvación por la intercesión de Aquélla que Vos elegisteis para que fuera la Madre de vuestro Hijo, Nuestro Señor, que, siendo Dios, vive y reina con Vos en unidad con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

2 comentarios:

  1. Esa era la oración antes de 1950, cuando con motivo de la definición dogmática de la Asunción de la Virgen mediante la Bula “Munificentíssimus Deus”, se promulgó un nuevo propio más explícito, donde la oración colecta es esta: «Omnípotens sempitérne Deus, qui Immaculátam Vírginem Maríam, Fílii tui genitrícem, córpore et ánima ad cœléstem glóriam assumpsísti: concéde, quǽsumus; ut, ad superna semper inténti, ipsíus glóriæ mereámur esse consórtes. Per eúndem Dóminum. (Omnipotente y sempiterno Dios, que llevaste a la gloria celestial a la Inmaculada Virgen María, la Madre de tu Hijo: suplicámoste nos concedas que, siempre atentos a las cosas del cielo, merezcamos ser participantes de su gloria. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor). Amén».

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    Respuestas
    1. Nuevamente gracias mil, hermano Jorge, porque por tu medio Dios nuestro Señor nos ilustra con la sana doctrina y la espiritualidad auténtica.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)